domingo, 15 de julio de 2012

Edwardo Agüera: nunca controlaremos la mene

Si usted le pregunta al doctor Agüera qué razón le llevó a elegir Neurología y no otra disciplina cualquiera de la Medicina, le contestará que la escogió por su extrema complejidad, por el desafío que representa adentrarse en ese universo intrincado de conexiones neuronales y enigmas sin resolver. «La Neurología», sostiene, «es la ingeniería de la Medicina». Y si le inquiere sobre por qué se especializó en demencias, particularmente la enfermedad de Alzheimer, le responderá que porque han sido las grandes olvidadas del sistema sanitario. No en vano, no fue hasta el año 2004 en que han ocupado un área específica, cuya responsabilidad ejerce el propio doctor Agüera. Desde entonces, han pasado por su consulta no menos de 2.500 cerebros en busca de reparación.
—¿Estamos ante la plaga del tercer milenio?
—Sí. Conforme aumenta nuestra expectativa de vida más crece la frecuencia del Alzheimer. El 8% de los mayores de 65 años desarrolla la enfermedad, y más del 30% de quienes superan los 85 años.
Los pacientes que se sientan frente a él describen un cuadro clínico idéntico. Empiezan por simples pérdidas de memoria, luego creen vivir en una casa que no es la suya, confunden a su mujer con su madre, se extravían en la calle y no recuerdan las noticias que acaban de escuchar en el telediario. Más adelante comienzan a tener problemas para hablar, no encuentran la palabra adecuada y se hacen dependientes para todo, hasta que sus capacidades intelectuales se van extinguiendo lenta pero inexorablemente.
«Al parecer hay un daño en su circuito de aprendizaje», explica. «No logran retener la información. Por eso, la memoria del pasado queda grabada a fuego y recuerdan perfectamente detalles de la mili o de su boda. Aquí viene gente hablando de cosas muy antiguas para aparentar que están perfectamente. Hasta que le preguntas por algo que hizo ayer». Hoy el Alzheimer es una enfermedad degenerativa irreversible. Todo lo más, gracias a los fármacos, se puede retrasar su desarrollo y mejorar la calidad de vida del paciente.
—¿Se ve la luz al final del túnel?
—Espero que sí. Hay fármacos que se encargan de romper la beta amiloide, una proteína que se deposita en las neuronas y acaba matándolas. Por ahí va la investigación.

—Quien pierde la memoria, ¿qué pierde?
—Puede perder las preocupaciones, porque generalmente no suelen ser conscientes de su proceso.

—No sufren.
—Los pacientes no, las familias mucho. Pierden a un ser querido.

—¿Y quién cuida al cuidador?
—El cuidador es también un enfermo. Se convierte en los ojos, los brazos y los pies de un paciente. Hay familias que se rompen o que tienen que dejar de trabajar para cuidar del padre o la madre. En Francia eso no pasa. Los hijos se independizan y si los padres necesitan ayuda no la tendrán de sus descendientes. De eso se encarga el Estado.

—En afecto familiar, al menos, somos más avanzados.
—Aquí es frecuente entregar la vida por los padres. Pocas veces la familia se desentiende.

—Aloise Alzheimer describió la enfermedad en 1906. ¿Hemos avanzado algo en un siglo?
—Tanto que ahora sabemos que lo que decía que era Alzheimer no lo era. Se han hecho muchas autopsias y se han sacado conclusiones.
En la familia de Eduardo Agüera (Córdoba, 1974) no hay antecedentes médicos, pero sí veterinarios. Ingresó en el Reina Sofía en el año 2000 y cuatro años más tarde se especializó en demencias. Por entonces, la sanidad andaluza no había organizado convenientemente esta unidad, de forma que tuvo que formarse en alguno de los hospitales más punteros del momento: Barcelona, Valencia y Toulouse, que alberga una de las entidades científicas en Alzheimer más importantes de Europa. Sólo para esta enfermedad ya tiene un hospital de cinco plantas. Allí aprendió que el Alzheimer es una dolencia multidisciplinar, que requiere de la psiquiatría, la geriatría o la neurología.

—¿Qué sabemos del cerebro?
—Mucho. Sabemos dónde están las vías, la circulación o los vasos y para qué sirve cada cosa. Otra cuestión es qué sabemos de la mente, sobre nuestra forma de pensar o por qué una misma lesión provoca reacciones distintas en cada paciente.

—¿Todo está en el cerebro?
—Está lo intelectual. La vida está en el corazón, que es quien se encarga de regar todo el organismo.

—Un corazón sin cerebro no es nada.
—Nada. Pero puede vivir.

—¿Dónde no puede llegar la ciencia?
—A muchos sitios. A las vivencias. A los comportamientos. A los sentimientos. La mente es lo que nunca conseguiremos controlar. Podemos explicar la red neuronal que se activa en el amor pero nunca comprenderemos por qué.

—¿El afecto cura?
—Tiene capacidad para retrasar la enfermedad, no para curarla. El estrés es un factor de aceleración, y la tranquilidad, el cariño o el amor la retrasa.

—¿Qué descubrimiento le cambió la vida?
—Me llamó mucho la atención la forma en que Damásio y Punset están relacionando las redes neuronales con el comportamiento, el amor o la felicidad.

—«Un país no investiga porque es rico sino que es rico porque investiga». ¿Suscribe la frase?
—En Andalucía se investiga muchísimo y con muchos menos medios que en otros hospitales. Si fuera verdad eso, seríamos muy ricos.

—¿En qué división juega el Hospital Reina Sofía?
—En general, en primera división. Tenemos especialidades súper punteras, como Medicina Interna o Cardiología.
En Córdoba hay 8.000 enfermos de Alzheimer y la tendencia es claramente al alza. La enfermedad brota en torno a los 55 años, pero no es hasta los 65 o 70 años cuando emergen las evidencias. En ese tiempo, ya se ha producido un daño cerebral muy notable con consecuencias irreversibles. Se sabe, por ejemplo, que las personas con actividad intelectual relevante gozan de lo que se conoce como «reserva cognitiva» que las protege ante la enfermedad. El factor de riesgo es mayor, por tanto, en individuos que han ejercitado menos su capacidad cerebral.

—¿Que hace mejor al ser humano?
—Su sociabilidad. Saber compenetrarse con los demás es nuestro secreto.

—¿Los recortes han llamado a su puerta?
—Claro: a mi sueldo. Fuera de eso, todavía no. Aquí seguimos atendiendo al mismo número de pacientes o más.

—¿Hay razones para temer por nuestro sistema sanitario?
—Creo que no. Aquí no sería posible como en EEUU no atender a alguien por motivos económicos. Nuestro juramento hipocrático te lo impone.

—En Cataluña hay hospitales que advierten que quien no tenga tarjeta europea deberá pagar la factura.
—Eso es un problema de gestión y no de los médicos. Yo recibiré a todos los pacientes por igual.

—¿Qué enfermedad le deja más perplejo: la demencia o la codicia?
—La codicia me deja perplejo, pero mucho más la demencia. Hay casos muy curiosos cada día.

fuente

http://www.abc.es/20120603/cordoba/abcp-eduardo-aguera-nunca-controlaremos-20120603.html


Nota: pueden tomar la información que deseen  pero solicitamos a quienes nos visitan  colocar siempre el nombre de su autor y/o la fuente de donde ha sido tomado, respetemos para que nos respeten.

No hay comentarios:

Publicar un comentario